viernes, 18 de noviembre de 2016

El Chico del Taxi

 Aquel día de otoño, Lu había amanecido muy de mal humor. Se había enterado de que habría paro de colectivo durante toda esa  semana, lo que la obligaría a tener que manejarse  taxi durante todos esos días.
  Luego de haber tomado una ducha y haber desayunado sus wafles con jugo de tomate, levanto el teléfono y marco a la compañía de taxis. Mientras esperaba, comenzó  a pensar ideas para un trabajo de arquitectura -carrera que Lu estudiaba – que debía presentar la semana entrante.
  Un sonido de bocina la saco de su concentración. Alarmada por el brusco sonido, Lu tomo sus cosas con un movimiento frenético, salió del departamento, puso llave, y se dirigió medio trotando, medio caminando hacia el taxi. Era un Chevrolet  Corsa oscuro, algo viejo, pero limpio. Al subir, una oleada de calor azoto su cara, parecía ser que aquel conductor era demasiado friolento, ya que parecía tener la calefacción al máximo, el coche  bastante limpio por dentro  a comparación con las demás veces que había viajado en taxi, los asientos eran de cuero, y estaban algo gastados, también se podía percibir en el aire, el sofocante olor a combustible, olor que Lu aborrecía desde que tenía memoria, en el freno de mano se podía ver una bolsa negra que rebalsaba papeles. Miro al conductor al escuchar que este le decía:
-Hola! ¿Dónde vamos?- se podía apreciar que el sujeto era bajo, tenía ojos café, y el cabello sedoso y castaño. Parecía simpático, pero tímido. Era de esas personas que uno ve y al instante se da cuenta de que se guarda demasiadas cosas. “Es demasiado guapo para ser taxista”, pensó la muchacha.
-Hola! A la Facultad de Arquitectura  por favor- le dijo la muchacha.
  Y en un abrir y cerrar de ojos, el auto ya estaba en marcha.
  Los dos permanecieron en silencio, hasta que Lu, quien odiaba el silencio, decidió ser simpática con el muchacho.
  -¿Cómo te llamas?- pregunto Lu sin titubear.
  -Diego  -dijo el en tono cortante.
  -Ah! Yo me llamo Luaxana, pero podes decirme Lu.
  -Bueno, Lu, no soy de las personas que hablan mucho. Así que si podes, haceme el favor y sigamos con el viaje en silencio. No me pagan por entretener a mis clientes.
  -Ah, okey – dijo Lu un tanto decepcionada
  Y así continuaron el viaje sin decir una palabra.
  El día de Lu fue como todos. Entrar al aula, escuchar lo que decía el profesor hasta que la hora terminara, viniera el siguiente profesor, diera su clase, siguiente profesor, la clase y así  una y otra vez hasta que el día terminara.

 Cuando ya todas las horas de todos los profesores hubieron terminado. Lu salió del predio de la Facultad y sintió el aire fresco que rondaba en el ambiente, decidió no volver a casa en taxi, si no, caminar y observar como el aire cubría su cuerpo llenándola de alegría y gozo al contemplar aquel día.
La caminata hasta casa fue de lo más tranquila. Había visto como un niño jugueteaba con un barrilete de colores incontables que volaba por los aires con la fuerza del  viento, la cara del niño se veía como una primavera sin fin, en la que todo el mundo podía ser feliz sin importar lo que pasara alrededor.
  Al llegar a casa, lo que hizo fue quedarse acostada en el sofá viendo televisión por un rato. Luego, tomo una pequeña siesta de una hora y se levantó para ponerse a hacer el trabajo de la facultad.
  Al día siguiente, Lu repitió la misma rutina al igual que todos los días. Ducharse, desayunar, pedir un taxi y esperar. 

  Luego de unos 5 minutos oyó la bocina de un coche afuera  de la casa, al salir, puso y llave y se dirigió al coche. Se sorprendió al ver que ese coche era el mismo que la había buscado el día anterior. Y más sorpresa se llevó al ver que el conductor era Diego. Parecía ser que a él no le había agradado nada el hecho de que Lu fuera nuevamente su pasajera, ya que en su cara no había  ni siquiera un rastro de alegría, o al menos eso pensó Lu. Pero, aunque Diego no lo demostrara, se sentía algo atraído por aquella joven de cabellos largos hasta la cintura y ojos verdes como el  agua de un estanque cristalino.
  -¿A la U.N.C?-pregunto Diego sin siquiera saluda.
  -Si – dijo Lu, imitando la actitud del chico.
  -Ehh… Te quería pedir disculpas por como te trate ayer, es que tenía problemas familiares. No soy tan cortante en realidad.
  -No, no pasa nada, enserio. Tenías razón con eso de que no te pagan para entretener a tus clientes. Yo te pido disculpas.
  -Bueno, si queres podemos charlar, así el viaje no se nos hace tan aburrido. Porque a mí no es que me guste mucho estar todo el tiempo callado y con cara de malo –dijo el tratando de ser gracioso, y funciono, ya que Lu pareció esbozar una pequeña sonrisa divertida.
  - Jajá! Pensé que tener cara de malo era lo que más te gustaba –agrego ella.
  -La gente piensa eso de mi muy seguido- dijo el con una sonrisa torcida en el rostro que derretiría a cualquier mujer, pero que a Lu solo le hizo estar más interesada en conocer a aquel chico tan encantador.
  - Y…contame ¿Qué carrera estás haciendo?
  -Arquitectura  ¿Y vos? – le dijo Lu, alegre por el interés del muchacho
  -Estudio abogacía, pero no me va tan bien por paso la mayor parte del tiempo trabajando.
  -¿Y por qué no dejas de trabajar y te concentras más en tus estudios?
  - No puedo, tengo que pagar el tratamiento de mi abuela, tiene cáncer de pulmón y la obra social no cubre todos los gastos- dijo el con un atisbo de tristeza en el rostro que Lu no alcanzo a notar y siguió haciendo preguntas.
  -¿Y por qué no lo pagan  tus papas?
  - Porque ellos se murieron cuando yo tenía 10 año. Desde entonces mi abuela me crio, por eso se lo debo – su voz se inundó de tristeza.

  La cara de Lu cambio repentinamente, avergonzada por haber hecho que el  joven hablara de un tema que seguramente no quería tocar –Lo siento mucho, no tendría que haber preguntado tanto.
  -No, está bien. No es tu culpa. Fue mi decisión contarte –dijo él y la bella sonrisa que había tenido minutos antes volvió a su rostro inmediatamente.
 El resto del viaje fue muy entretenido, charlaron sobre cosas de interés mutuo y rieron a carcajadas de vez en cuando.
 Y así toda la semana. Diego había pedido en la compañía que siempre que llamaran de la dirección de Lu, lo enviaran el a buscarla.
  Cuando la semana del paro termino, decidieron que comenzaría a verse en otros lugares en vez de un taxi. Así fue como empezaron a ir al parque juntos, sacar pasear al perro de Diego, y cosas así.
 Se ayudaban mutuamente con sus estudios y pasaban mucho tiempo juntos. Se habían vuelto mejores amigo en pocas semanas.
  Una tarde, mientras los dos estaban en el parque tomando helado, Diego recibió la triste noticia de que su abuela había fallecido durante la operación, pues el tumor que tenía era mucho más complicado de extirpar de lo que los médicos habían imaginado.
 Lu acompaño a Diego en cada momento. Sabía que ahora más que nunca la necesitaría.
  Luego de dos meses de la muerte de su abuela Diego había podido recuperar algo de su alegría habitual, pero seguía dolido. Una tarde mientras paseaban por el parque conversando sobre el examen que Lu había tenido hacía pocos días, Diego le dijo:
-Lu, te tengo que decir algo, pero por favor no te enojes, no quiero arruinar la amistad que tenemos, pero esto es algo que me mata por dentro –Lu comenzó a notar que había algo en la mirada de Diego, era algo como nerviosismo mezclado con preocupación.
-No pasa nada, Diego, decime. No creo que sea algo tan grave como para arruinar nuestra amistad –dijo ella con un tono divertido para hacer despreocupar a Diego.

 -Estoy enamorado de vos- dijo el muchacho.
 Lu lo miro con expresión divertida y de la nada comenzó a reír a carcajadas. Diego no sabía si ponerse contento o ponerse a llorar. Entonces, Lu lo miro. Como nunca antes lo había mirado, lo miro con un brillo centelleando en los ojos, como si todas las estrellas hubieran bajado del cielo para posarse en sus ojos, llenos de magia y amor hacia aquel joven del cual ella también se había enamorado. Entonces sus labios se unieron a los de Diego, eliminando todo el espacio que los separaba. Y por un momento Lu sintió que la primavera sin fin que había visto en los ojos de aquel niño, los rodeaba, sentía que junto a aquel muchacho podría ser feliz para siempre sin importar lo que pasara.
 -Yo también estoy enamorada de vos-dijo con una sonrisa resplandeciente en el rostro.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario