La noche era fría y la niebla que cubría el
paisaje no me permitía ver más allá del quisco de la esquina. Había terminado
mis horas en el hospital y me encaminaba a casa con el único objetivo de
descansar.
Todas las noches, al volver a casa, tenía que
pasar por el parque del barrio. Siempre parecía aterrador.
Al pasar por allí vi las hamacas moverse por
la helada brisa de invierno. Estaba oscuro. Los arboles formaban aterradoras
formas en el suelo debido a la luz de la luna. Tenía la horrible sensación de
que alguien me estaba observando desde el otro lado de la calle. Giré la
cabeza, pero no había nadie allí. Continúe caminando, pero cuando estaba por
cruzar el parque, me detuve bruscamente al ver una figura que parecía estar
observándome sentada en uno de los bancos del parque. Un cosquilleo aterrador recorrió
mi cuerpo, al mismo tiempo que comenzaba
a caminar con rapidez. La figura parecía un hombre, una capucha negra le cubrió
el rostro. En un intento de olvidar que estaba allí, volví la cabeza al frente
y continúe el camino hacia casa. Hice algunos metros y volví a sentir la misma
presencia horrorosa detrás de mí, gire la cabeza y lo vi sentado en un banco a
pocos pasos de mí. Era fácil notar que no era el mismo banco que de algunos
pasos atrás. Otro escalofrió aterrador recorrió mi cuerpo. Seguí caminando tratando de no pensar en la
situación. Unos metros después, volví a verlo en otro banco diferente. Esta vez
de verdad me asuste y me detuve antes de pasar frente de él.
Empecé a caminar para atrás, deshaciendo mis
propios pasos. De repente, él se levantó y comenzó a caminar en la dirección
contraria a la mía. Admito que eso me tranquilizo un poco, pero al ver que al
pasar por detrás de un árbol, desapareció, mi estómago dio un vuelco comencé a
correr lo más rápido que pude en dirección a mi casa.
Corrí algunos metros, cuando una raíz que sobresalía del
cemento se enredó en mi pie y me hizo caer de rodillas contra el suelo. Cuando
intente levantarme, algo tiro de mi pie, y volví a caer. Cuando por fin logre
levantarme, mire a mi alrededor y vi al mismo hombre encapuchado a más o menos
un metro de mí. El corazón me latía a mil por minuto. Di media vuelta con la
intención de alejarme de esa espantosa escena, pero cuando lo hice, el hombre aparecía
de la nada enfrente de mí y levanto lentamente su rostro. La luz de la luna lo
alumbro completamente. Pronuncie un grito ahogado al presenciar lo que tenía en frente: un rostro completamente
blanco, con el borde de los ojos negros. No tenia parpados y sus pupilas eran
blancas y siniestras. Las comisuras de sus labios se tornaron hacia arriba,
hasta llegar a sus sienes. Dejando a la vista una sonrisa escalofriante. No tenía
dientes, eran colmillos. Me miraba fijamente.
Podría afirmar con seguridad que esos fueron
los peores dos segundos en mi vida entera. Fue como si el tiempo se hubiera
congelado. No había forma de saber que pasaría después.
De repente, empecé a escuchar pasos a mis
espaldas, la cabeza sonriente desvió la mirada para observar lo que sea que
estuviera detrás de mí. Lentamente, yo también gire la cabeza. Había una niña
pequeña con un camisón floreado y un peluche en la mano izquierda, iba descalza
y una sonrisa se dibujaba en su rostro. Hubiera parecido tierna en otra
situación, pero en ese momento me, lo único que logro fue causarme más terror
del que ya tenía. La niña miraba a la cabeza sonriente con los ojos llenos de
curiosidad.
La niña extendió la mano en dirección al hombre,
o lo que sea que fuese esa cosa y este pareció olvidarse completamente de mi
presencia. Se dirigió hacia la niña y le tomo la mano. Los dos dieron media vuelta y se alejaron de mí dando saltitos. Mirando atónita la situación no se
me ocurrió nada más lógico que alejarme corriendo del lugar y llegar a mi casa,
donde me sentiría más segura.
Al llegar a casa lo primero que hice fue llamar a mama para
contarle lo sucedido, ni por asomo creyó ni una palabra de lo que le dije y
puso la excusa de que había imaginado todo debido al cansancio que me había
provocado el trabajo. Los rumores corrieron rápido y todo el barrio se enteró
de lo que me había sucedido.
Yo me obsesiones con el tema, comencé a investigar sobre
todos los casos paranormales de la zona, llegando al punto de no salir de casa.
Ya no iba a trabajar y mi madre estaba cada vez más preocupada por mí.
Puede que todo haya sido una cruel broma de
algún chistoso perturbado, pero estoy casi segura de que lo que se paró
enfrente de mí esa noche no era humano.
Mi madre ya no pudo soportar mi
comportamiento, por lo que decidió que necesitaba ayuda profesional. Me envió a
un manicomio, pensando que allí estaría segura, pero los recuerdos de esa noche
me siguen carcomiendo el cerebro. Tantas dudas, el deseo de saber qué fue lo
que realmente paso allí, me está matando.
Llegaron noticias de que alguien compartió la
historia con el periódico local y los medios comenzaron a llamarla “La Leyenda
de la Sonrisa del Parque”.
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