viernes, 18 de noviembre de 2016

La Leyenda de la Sonrisa del Parque

  La noche era fría y la niebla que cubría el paisaje no me permitía ver más allá del quisco de la esquina. Había terminado mis horas en el hospital y me encaminaba a casa con el único objetivo de descansar.
  Todas las noches, al volver a casa, tenía que pasar por el parque del barrio. Siempre parecía aterrador.
  Al pasar por allí vi las hamacas moverse por la helada brisa de invierno. Estaba oscuro. Los arboles formaban aterradoras formas en el suelo debido a la luz de la luna. Tenía la horrible sensación de que alguien me estaba observando desde el otro lado de la calle. Giré la cabeza, pero no había nadie allí. Continúe caminando, pero cuando estaba por cruzar el parque, me detuve bruscamente al ver una figura que parecía estar observándome sentada en uno de los bancos del parque. Un cosquilleo aterrador recorrió  mi cuerpo, al mismo tiempo que comenzaba a caminar con rapidez. La figura parecía un hombre, una capucha negra le cubrió el rostro. En un intento de olvidar que estaba allí, volví la cabeza al frente y continúe el camino hacia casa. Hice algunos metros y volví a sentir la misma presencia horrorosa detrás de mí, gire la cabeza y lo vi sentado en un banco a pocos pasos de mí. Era fácil notar que no era el mismo banco que de algunos pasos atrás. Otro escalofrió aterrador recorrió mi cuerpo. Seguí  caminando tratando de no pensar en la situación. Unos metros después, volví a verlo en otro banco diferente. Esta vez de verdad me asuste y me detuve antes de pasar frente de él.
  Empecé a caminar para atrás, deshaciendo mis propios pasos. De repente, él se levantó y comenzó a caminar en la dirección contraria a la mía. Admito que eso me tranquilizo un poco, pero al ver que al pasar por detrás de un árbol, desapareció, mi estómago dio un vuelco comencé a correr lo más rápido que pude en dirección a mi casa. 


Corrí algunos metros, cuando una raíz que sobresalía del cemento se enredó en mi pie y me hizo caer de rodillas contra el suelo. Cuando intente levantarme, algo tiro de mi pie, y volví a caer. Cuando por fin logre levantarme, mire a mi alrededor y vi al mismo hombre encapuchado a más o menos un metro de mí. El corazón me latía a mil por minuto. Di media vuelta con la intención de alejarme de esa espantosa escena, pero cuando lo hice, el hombre aparecía de la nada enfrente de mí y levanto lentamente su rostro. La luz de la luna lo alumbro completamente. Pronuncie un grito ahogado al presenciar lo  que tenía en frente: un rostro completamente blanco, con el borde de los ojos negros. No tenia parpados y sus pupilas eran blancas y siniestras. Las comisuras de sus labios se tornaron hacia arriba, hasta llegar a sus sienes. Dejando a la vista una sonrisa escalofriante. No tenía dientes, eran colmillos. Me miraba fijamente.
  Podría afirmar con seguridad que esos fueron los peores dos segundos en mi vida entera. Fue como si el tiempo se hubiera congelado. No había forma de saber que pasaría después.
  De repente, empecé a escuchar pasos a mis espaldas, la cabeza sonriente desvió la mirada para observar lo que sea que estuviera detrás de mí. Lentamente, yo también gire la cabeza. Había una niña pequeña con un camisón floreado y un peluche en la mano izquierda, iba descalza y una sonrisa se dibujaba en su rostro. Hubiera parecido tierna en otra situación, pero en ese momento me, lo único que logro fue causarme más terror del que ya tenía. La niña miraba a la cabeza sonriente con los ojos llenos de curiosidad.

  La niña extendió la mano en dirección al hombre, o lo que sea que fuese esa cosa y este pareció olvidarse completamente de mi presencia. Se dirigió hacia la niña y le tomo la mano. Los dos  dieron media vuelta y se alejaron de mí dando  saltitos. Mirando atónita la situación no se me ocurrió nada más lógico que alejarme corriendo del lugar y llegar a mi casa, donde me sentiría más segura.

Al llegar a casa lo primero que hice fue llamar a mama para contarle lo sucedido, ni por asomo creyó ni una palabra de lo que le dije y puso la excusa de que había imaginado todo debido al cansancio que me había provocado el trabajo. Los rumores corrieron rápido y todo el barrio se enteró de lo que me había sucedido.
Yo me obsesiones con el tema, comencé a investigar sobre todos los casos paranormales de la zona, llegando al punto de no salir de casa. Ya no iba a trabajar y mi madre estaba cada vez más preocupada por mí.
  Puede que todo haya sido una cruel broma de algún chistoso perturbado, pero estoy casi segura de que lo que se paró enfrente de mí esa noche no era humano.
  Mi madre ya no pudo soportar mi comportamiento, por lo que decidió que necesitaba ayuda profesional. Me envió a un manicomio, pensando que allí estaría segura, pero los recuerdos de esa noche me siguen carcomiendo el cerebro. Tantas dudas, el deseo de saber qué fue lo que realmente paso allí, me está matando.
  Llegaron noticias de que alguien compartió la historia con el periódico local y los medios comenzaron a llamarla “La Leyenda de la Sonrisa del Parque”.  
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